Cuando sales de la provincia y comentas que eres de Palencia, en ocasiones, se hace necesario especificar «Palencia con P«, porque de lo contrario pueden pensar que vienes de la costa mediterránea… y Palencia tiene de todo, pero nuestra playa está en Cantabria.
Teniendo en cuenta que hay más de ciento sesenta mil habitantes en la provincia de Palencia tampoco es tan raro encontrarse con uno de ellos, ¿no?
Lo cierto es que Palencia sigue pasando desapercibida y aún es poco frecuente encontrarla entre los destinos preferidos de los turistas. Sin embargo, los amantes del arte, de la historia y de la naturaleza encuentran en Palencia un lugar sorprendente, con un patrimonio histórico y artístico difícil de igualar y unos paisajes que quitan el hipo, amén de la rica gastronomía y su cuidada artesanía.
Yo soy de Palencia como las mantas, como las buenas mantas. Muchos son conocedores de las mantas zamoranas o las mantas y cobertores de Val de San Lorenzo (León). Sin embargo, la industria textil palentina, ahora inexistente, sobresalió por encima de las demás. No en vano, a los palentinos se les llama coloquialmente mantas.
Allá por el siglo XVIII se realizaban en Palencia las mantas y los paños de lana más reconocidos de toda España. Las manos de los artesanos palentinos, el buen hacer transmitido durante generaciones y la calidad de la lana procedente de las ovejas locales hicieron crecer su popularidad, tanto que el Ejército español e incluso la Casa Real encargaban sus mantas a los talleres palentinos. Actualmente, ningún telar, ni siquiera artesano, elabora las famosas mantas de Palencia.
Es más, de las mantas que se elaboraron en Palencia, que no fueron pocas, no quedan muchos ejemplares; tal vez alguna muestra en domicilios particulares, pero no en los museos, como expresión de una parte de la historia próspera de Palencia.
El lugar más cercano donde todavía se conserva ese saber hacer que había en las fábricas de mantas de Palencia, lo encontramos en Val de San Lorenzo. Utilizaban las mismas técnicas que los palentinos porque aprendieron de ellos. Se dice que un padre y su hijo provenientes de la citada localidad leonesa trabajaron durante meses en una de las empresas textiles de la época especializada en la fabricación de mantas, aprendieron el oficio y reprodujeron los conocimientos adquiridos en su tierra natal, alcanzando un notorio, pero más tardío, reconocimiento a nivel nacional e internacional.
Hoy en día perdura el recuerdo de nuestras mantas como producto artesano de gran calidad.